El escenario económico global experimenta tensiones bajo la administración de Donald Trump, quien implementa una agresiva política arancelaria sin aparentes repercusiones significativas instantáneas. Académicos, como Hal Brands de la Universidad Johns Hopkins, manifiestan su preocupación por el uso intempestivo de herramientas proteccionistas, citando acciones como la presión sobre la Reserva Federal y sanciones comerciales a países como Brasil y Canadá.
La estrategia de Trump recuerda las tácticas proteccionistas del gran garrote de Teddy Roosevelt. Brands sostiene que la desestabilización del orden económico mundial, que se mantuvo firme tras la Segunda Guerra Mundial, desafía la estabilidad financiera internacional. Estos aranceles afectan las relaciones con aliados estratégicos y la independencia de la FED, además de abriendo debates sobre el uso político de medidas económicas.
Estas políticas han incrementado las importaciones anticipando los aranceles, lo cual, junto con algunas revisiones económicas del FMI, señala una expansión limitada del daño, logrando una economía de EE.UU. en recuperación. Sin embargo, contradicciones emergen en tratados anunciados por Trump con países como Japón y Corea del Sur. Investigaciones indican que algunas cifras, especialmente inversión y préstamo, se manejan con diferencias de interpretación entre las naciones involucradas.
Las negociaciones con la Unión Europea, descritas como inciertas por expertos, tampoco han demostrado sostenerse sobre fundamentos claros, generando críticas en el continente. Las promesas de inversión y compra de energía, sujetas a decisiones privadas, carecen de mecanismos vinculantes, según observadores como The New York Times.
A pesar de aparentes victorias, el método de Trump sigue generando disonancias entre las cifras proclamadas y las realidades económicas subyacentes, destacando incoherencias en acuerdos internacionales que podrían tener implicaciones profundas a medida que evolucionan las relaciones económicas globales.
