Nvidia reportó resultados financieros asombrosos, con ingresos de $46,700 millones el último año, un aumento del 56% en comparación al periodo anterior, y ganancias netas de $26,400 millones. No obstante, la falta de menciones sobre las ventas del chip H20 en China ha suscitado especulaciones sobre cambios en su estrategia comercial y política. La ausencia no parece ser una simple omisión, sino una respuesta a las restricciones de exportación impuestas por Estados Unidos.
Frente a esta situación, Nvidia busca adaptarse lanzando nuevas alternativas como el chip B30A, intentando esquivar las limitaciones regulatorias. La empresa justificó la falta de actividad en China citando problemas geopolíticos como la razón principal.
Simultáneamente, Cambricon Technologies, el competidor emergente en China, ha visto un notable crecimiento. Sus acciones han aumentado diez veces en los últimos dos años. Su procesador Siyuan 690 ya se posiciona como un rival potencial del H100 de Nvidia. La escalada geopolítica se intensifica con el respaldo del presidente Xi Jinping, quien ha enfatizado que lograr la independencia tecnológica es ahora una prioridad. Declaraciones del secretario de Comercio, Howard Lutnick, han sido interpretadas en China como un incentivo para reducir la dependencia de Nvidia.
El enfrentamiento entre gigantes tecnológicos occidentales y chinos no es nuevo. Anteriormente, marcas como BYD y Huawei han desafiado a Tesla y Apple, respectivamente. Ahora, Cambricon sigue una trayectoria similar ante Nvidia. Mientras que la empresa norteamericana continúa liderando la innovación a nivel global, el contexto chino prioriza tener chips que respalden sus objetivos políticos y pueden no necesitar siempre lo último en tecnología.
En este entorno, Nvidia se enfrenta a una difícil elección: seguir las direcciones de Washington o arriesgarse a perder el vasto mercado chino. Este dilema resalta la complejidad y competencia en el sector de la tecnología global.