La expansión del museo Guggenheim de Bilbao hacia la Reserva de la Biosfera de Urdaibai ha surgido como una preocupación medioambiental y social significativa. El museo es conocido por su capacidad para revitalizar económicamente los lugares donde se instala, pero su próximo proyecto ha abierto un debate sobre el equilibrio entre cultura y conservación.
Urdaibai, con su distintivo ecosistema de ría y humedales, ha sido reconocido desde 1984 como Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Esta área acoge más de 300 especies de aves migratorias y especies en peligro crítico, como el visón europeo. Sin embargo, el nuevo plan para el área, que prevé una inversión de 127 millones de euros y la afluencia de hasta 150,000 visitantes anuales, ha generado controversia.
Varias organizaciones ecologistas, entre ellas WWF y Greenpeace, han expresado su preocupación. Advierten que el aumento de infraestructuras como aparcamientos y carreteras podría comprometer la integridad del hábitat y transformar Urdaibai en un centro turístico contradictorio con su estatus de protección.
El proyecto también choca con las normativas europeas de conservación. España ha asumido compromisos como las Directivas de Aves y Hábitats y la Estrategia de Biodiversidad 2030, que buscan proteger estos entornos. La expansión propuesta podría incumplir estos objetivos, lo que lleva a cuestionar la prioridad de la cultura sobre la biodiversidad.
Este conflicto no es nuevo. Anteriormente, proyectos culturales han enfrentado desafíos similares, como se evidenció con el Monumento a la Tolerancia de Eduardo Chillida. Sin embargo, la coexistencia armoniosa entre cultura y protección del medio ambiente es viable si los proyectos son diseñados considerando criterios estrictamente sostenibles.
La discusión que rodea a Urdaibai podría marcar un antecedente en Europa y más allá, subrayando la importancia de diseñar iniciativas culturales que no solo promuevan el arte, sino también la preservación de espacios naturales valiosos.
