
Recientes cambios geopolíticos han producido un impacto significativo en el orden internacional, con el surgimiento de tendencias autoritarias incluso en países democráticos. La ruptura del estado de derecho y la censura se han visto respaldadas por una porción de la opinión pública que valora promesas de orden y seguridad sobre las libertades civiles.
Tres actores globales se destacan en este nuevo panorama. China, que impulsa la apertura económica y estabilidad política a través de megaproyectos y acuerdos bilaterales, evitando un enfoque en derechos humanos. Rusia busca reposicionarse como una gran potencia evocando su herencia autoritaria zarista. Estados Unidos muestra una tendencia de repliegue, centrándose en agendas nacionalistas.
El mundo enfrenta múltiples crisis: la guerra entre Rusia y Ucrania, los conflictos en Gaza, Cachemira, Yemen y Siria, así como el incremento del narcotráfico en Colombia y México. Estas situaciones reflejan una confrontación entre apertura y cierre de mercados, y entre pluralismo social vs. exclusión.
Cuatro posibles escenarios futuros destacan en este entorno: un multipolarismo competitivo con polos de poder fragmentado; un autoritarismo globalizado que prioriza la eficiencia económica sobre los derechos humanos; una renovación democrática resiliente apoyada en la ciudadanía y redes transnacionales; y, la posibilidad de un colapso del orden internacional por crisis acumuladas como guerras, ciberataques y pandemias.
El futuro, sin embargo, no está predeterminado. Las decisiones de las grandes potencias, junto con las respuestas colectivas de la ciudadanía global, pueden influir significativamente. La cooperación internacional, el uso ético de la ciencia y tecnología, y la revisión de “contratos sociales” son vitales en un mundo donde la interdependencia económica y tecnológica hace insostenible un enfoque aislacionista.