En 2025, el crecimiento económico mundial enfrentará un freno considerable, con una tasa proyectada de 2.8%, ligeramente inferior al 2.9% registrado en 2024. Esta desaceleración será impulsada, principalmente, por la debilidad que experimentarán tanto Estados Unidos como China, que juntas representan cerca del 50% de la actividad económica global.
China enfrentará fuertes desafíos estructurales, incluyendo una crisis en el sector inmobiliario, un envejecimiento demográfico, mayores restricciones comerciales y tecnológicas provenientes de Occidente, y una falta de estímulos robustos para el sector privado y el consumo. También, las finanzas públicas tensas complicarán aún más la capacidad de Beijing para revertir esta ralentización.
Por su parte, los crecientes riesgos geopolíticos y la intensificación del proteccionismo comercial podrían afectar las cadenas globales de suministro, encarecer las materias primas y añadir volatilidad a mercados ya frágiles. Aunque se prevé que la inflación se modere y que las tasas de interés desciendan ligeramente, estos factores externos podrían limitar el margen de maniobra para una recuperación significativa.
En este escenario de incertidumbre, la diversificación de análisis será crucial. En lugar de basarse únicamente en predicciones numéricas, será vital considerar un enfoque integral para evaluar las posibles trayectorias de la economía mundial.