
El Gobierno de Donald Trump anunció la revocación del programa de estudiantes y visitantes extranjeros de la Universidad de Harvard, argumentando posibles vínculos con el Partido Comunista chino. Esta medida afecta a miles de estudiantes internacionales que asisten a una de las instituciones educativas más prestigiosas del mundo. En reacción, varios países han manifestado su desaprobación.
China condenó las acusaciones del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, calificando la medida de ilegal y demandando su inmediata retirada. La portavoz de Exteriores, Mao Ning, enfatizó que la cooperación educativa entre ambos países es mutuamente beneficiosa y expresó su rechazo a la politización de los intercambios educativos.
El Gobierno japonés, por medio de su portavoz Yoshimasa Hayashi, declaró seguir la situación con alto interés y mencionó sus esfuerzos por mitigar las repercusiones de la prohibición en los estudiantes nipones afectados. En Australia, el embajador en Estados Unidos, Kevin Rudd, pide detalles adicionales sobre esta directriz y expresa su intención de discutir las consecuencias para los estudiantes australianos.
Alemania, a través de su ministra de Investigación Dorothee Bär, condenó la decisión, calificándola de muy mala. Bär manifestó su preocupación sobre el impacto negativo que podría tener en la juventud y en la libertad académica.
La revocación afecta a estudiantes con visados F y J, obligándolos a buscar otras alternativas educativas en EE. UU. si desean mantener su estatus legal en el país. Se estima que Harvard acoge a más de 10,000 estudiantes internacionales en su matrícula actual, incluidos más de 2,000 chinos y 300 japoneses.
Mientras tanto, la comunidad estudiantil y académica de Harvard se encuentra en estado de alerta. Alice Goyer, estudiante estadounidense, describió la atmósfera de pánico, mientras Karl Molden, estudiante austriaco, expresó su intención de buscar oportunidades educativas en otras naciones.